ficción bíblica: Génesis Vaigash
Traducido del inglés y editado por Caro Cynovich carocynovich@gmail.com
José revelado
—Estamos todos listos para ser esclavos de mi señor —dijo Judá, postrado en el suelo con sus hermanos.
—Tonterías —el Virrey declaró con una voz extraña—. El hombre en cuyo poder se encontró la copa —señaló a Benjamín—, él será mi esclavo. En cuanto a ustedes —indicó al resto de los hermanos—, vayan en paz con su padre.
¿Por qué está obsesionado con Benjamín? Judá se preguntó. Acabamos de ofrecerle esclavos fuertes y valiosos, pero él sólo está interesado en Benjamín. Tiene que haber más en esto que lo que podemos ver.
—Por favor, mi señor —Judá levantó la cabeza, aún de rodillas—, podré yo, tu siervo, hablar unas palabras en tu oído. Y espero que tu enojo no se levante sobre mí, ya que tú eres como Faraón.
El Virrey le indicó a Judá que se acercase a su silla.
Tengo que hacerle entender la dinámica de la familia, pensó Judá. Si él se queda con Benjamín, el hijo que queda de Rachel, ¡padre va a morir! Yo no puedo ser el culpable de que otro hermano sea esclavizado. Sería un destino demasiado cruel.
Judá le repitió al Virrey, en un susurro, la historia reciente de la familia y los sucesos importantes. Le explicó cuán querido era Benjamín para su padre, sobre todo desde la desaparición de José, el primer hijo de su amada Rachel.
Este Virrey es poderoso e inteligente, Judah señaló para sí mismo. A pesar de que actúa de forma extraña. Si él sigue teniendo la intención de adquirir un esclavo, me ofreceré a mí mismo.
—Si regreso a mi padre —Judá declaró— y el joven no está con nosotros, morirá. Su alma está muy ligada al alma de Benjamín. No quiero ser yo quien tenga la culpa de haber llevado el alma de mi padre a la tumba llena de pena.
Judá se detuvo un momento para recuperar el aliento y ver el impacto de sus palabras en el Virrey. Puedo sentir su agitación interior, Judá pensó esperanzado, y sus ojos se están humedeciendo. Tengo que seguir adelante.
—Porque yo tomé la responsabilidad del más joven de mi padre cuando le dije:”Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo estaré pecando ante mi padre para siempre”. Ahora, por lo tanto, por favor, déjame quedarme en lugar del joven como tu siervo, mi señor —Judá observó la respiración agitada del Virrey—. Deja que el joven vaya con sus hermanos. ¿Cómo podré regresar con mi padre si Benjamín no está conmigo, para ver cómo se apena por él?
Los ojos del Virrey se abrieron con sorpresa. Él está sorprendido por mi voluntad de cambiar de lugar con Benjamín, Judah concluyó. Su rostro se está desfigurando y retorciendo…
—¡Basta! —el Virrey gritó, arrancando de su cabeza todos sus ornamentos.
—¡Sirvientes! ¡Salgan de la habitación! —el Virrey continuó gritando con los ojos desorbitados.
Judá y sus hermanos estaban confundidos, sin saber qué hacer.
—Ustedes. Quédense —el Virrey señaló los hermanos, apenas conteniéndose a sí mismo.
Todos los guardias y personal de la casa se escabulleron rápidamente fuera de la sala, perplejos por el arrebato inusual de su amo.
Tan pronto como el último criado cerró la puerta de la sala, el Virrey se lamentó:
—¡Aaaaaah!
El grito fue fuerte y potente; parecía hacer eco de un alma torturada. Repercutió en toda la mansión del Virrey y más allá: atravesó el corazón de cualquiera que lo escuchara. Los hermanos se quedaron atónitos y confundidos.
¿Quién es este hombre? Judá se preguntó. ¿Qué hemos desatado?
—Yo soy José —el Virrey les confesó entre sollozos—. ¿Mi padre aún está vivo?
¡Esto no es posible! Judá pensó con asombro. ¡¿José?! ¿Cómo puede ser esto? ¿Después de todos estos años?
Los hermanos se miraron con una mezcla de miedo e incredulidad.
¿Será posible? Judá buscó a los demás con la mirada. ¿José? ¿El hermano al que traicionamos? ¿Ahora es el hombre más poderoso de Egipto? ¿Qué es lo que quiere? ¿Buscará la venganza? ¿Es todo esto una artimaña para castigarnos?
Judá y sus hermanos dieron un paso atrás con aprehensión.
—Por favor, acérquense a mí —José los llamó, al ver su desconfianza—.Yo soy José vuestro hermano —dijo, controlando sus lágrimas—. Soy yo, el que vendieron como esclavo para Egipto. Y ahora, no se aflijan ni se reprochen a sí mismos por haberme vendido, porque Dios me envió hasta aquí antes que a ustedes para que yo fuera su proveedor de alimentos. Porque estos han sido tan solo dos de los años de sequía y hambre en la tierra, y aún quedan cinco años más en los cuales no habrá ni siembra ni siega.
¿Es esto posible? Judá comenzó a recuperarse de su sorpresa y examinó a José más de cerca. Ahora percibo algunos de sus viejos modales. Pero veo cómo ha crecido y madurado. Él ya no es el hijo mimado y vanidoso que echamos. Él todavía es grandioso, pero de una manera fuerte y poderosa. ¡Dios está con él!
José les dijo a sus hermanos acerca de cómo ser vendido como esclavo había sido parte de un plan divino para salvar a la familia de la escasez. Aún así, los hermanos estaban preocupados e inseguros de las intenciones de José.
—Rápido. Vuelvan con nuestro padre y díganle que esto es lo que dijo su hijo José: Dios me ha hecho señor de todo Egipto. Ven a mí, no te demores. Tú podrás vivir en la tierra de Goshen y estarás cerca de mí. Tú, tus hijos, tus nietos, tus ovejas y tus vacas, y todo lo que es tuyo. Y yo cuidaré de ustedes allí – porque habrá otros cinco años de hambre – por lo que no voy a dejar que sean indigentes. Ni tú, ni tu hogar ni todo lo que es tuyo.
¡Quiere ayudarnos! Judá se sorprendió. Él no guarda rencor y busca encargarse de toda la familia. ¡Esto es increíble! Nuestro sufrimiento se ha convertido en salvación y en alegría, aunque haya algunos de mis hermanos no parezcan convencidos. Sé que José también lo percibe.
—He aquí —José hizo un gesto hacia Benjamín—. Sus propios ojos ven, al igual que los ojos de mi hermano Benjamín, que soy yo, su hermano, quien les está hablando.
José se acercó a Benjamín y lo abrazó con fuerza. Las lágrimas corrían ahora profusamente por las mejillas de los hijos reunidos de Rachel.
¡Él es José! Judá afirmó. ¡José está de vuelta! La mano de Dios está claramente presente en todos estos hechos. ¡Es increíble!
Rubén fue el siguiente en abrazar a José, el hermano mayor que había tratado de salvar a José hacía tantos años.
Y entonces José se acercó a Judá. Fue mi iniciativa la de venderlo, Judá pensó con culpa. Yo soy quién creó toda esta angustia.
Pero los ojos de José sólo se llenaron de lágrimas y de amor y de perdón. Su aura parecía decirle a Judá: Estás perdonado, mi hermano. Todo está perdonado.
Hermano, cada uno de ellos pensaban mientras se abrazaban cálidamente.
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